Gesto personal (2)

© Marlen Wagner

En siete de las nueve fotos del primer cuadro hay una puerta. No se trata de una puerta de fabricación industrial de cualquier diseño, sino de una puerta de madera que, o bien muestra el proceso de envejecimiento del paso de los años en su hoja, o bien los esfuerzos por conservar un estado casi intacto. Lo que tienen en común es una mujer de pie cerca de la puerta, con la cara vuelta hacia ella, el brazo, la mano y el dedo índice estirados verticalmente hacia arriba. No está señalando la puerta, ni el número o la escritura que hay sobre ella. ¿Qué es lo que señala la mujer? Esto no se puede ver en las fotos. Ni el dedo, ni la mujer, ni la propia foto apuntan a nada fuera de lo suyo.

Dos fotos del primer retablo apuntan más allá del marco estricto – a un campo amplio, en tierra y agua – un segundo retablo. En sus fotos de tres por tres, el dedo de la mujer se extiende hacia arriba, a la derecha y a la izquierda. Y de nuevo no apunta a nada visible, no sitúa al espectador en la imagen.

© Marlen Wagner

¿La mujer está realmente «señalando»?

¿O no es más bien un dedo que señala la naturaleza cuestionable de los gestos de señalar? ¿Con el dedo desnudo con el que, recordando las normas de la infancia, no se puede señalar a las personas (vestidas)? ¿A qué se debe esta prohibición? ¿Por qué es indecoroso señalar con el dedo desnudo?

«¡Ese/esa lo hizo!» – Esta clara identificación mediante el señalamiento es suficiente para acusar a alguien de un delito, para denunciar a alguien, para exponer a alguien – en público sin nombrar a la persona señalada. La persona, privada así de su individualidad, se convierte en un asunto a negociar. El dedo extendido y señalado se convierte en un arma, una amenaza para -en el peor de los casos- la vida y la integridad física.

יְ֭קוּמוּן עֵדֵ֣י חָמָ֑ס אֲשֶׁ֥ר לֹא-יָ֝דַ֗עְתִּי יִשְׁאָלֽוּנִי׃

יִשְׁאָלֽוּנִי׃ (שאל) significa interrogar, en sentido judicial; así: examinar, interrogar, acusar. La Biblia King James lo traduce como «me han puesto a cargo» – y Martín Lutero traduce este Salmo (35:11) de la siguiente manera:

«Surgen falsos testigos que me acusan de lo que no soy culpable». (Aparecen falsos testigos que me acusan de no ser culpable).

La palabra del alto alemán antiguo «zîhan» de la Alta Edad Media, que significa mostrar, señalar (hacer), denotar, se convierte en «zîhen» en el alto alemán de la Alta Edad Media, y a partir de ella en «zeihen»: acusar, culpabilizar, acusar. -> https://woerterbuchnetz.de/#4

Un «zîher» es alguien que denuncia y acusa, en el mejor de los casos: un blasfemo.

Por eso, el dedo desnudo extendido, el llamado gesto de señalar, no está mal visto sin razón, aunque su significado real se haya olvidado y sólo aparezca ahora como buena educación. No es de extrañar, pues, que los ángeles del Barroco y del Rococó, aunque 400 años más tarde, doblen el dedo índice y no apunten estrictamente hacia el cielo. Algo de «zîhen» ha sobrevivido en el señalamiento, y ¿qué sanguijuela quiere acusar a Dios con el dedo?

El dedo extendido sólo pertenece a Dios: en el cuarto de los frescos del Génesis, Miguel Ángel pinta a un anciano con túnica y barba en medio de una multitud de ángeles niños sin alas, rodeando con su brazo izquierdo a una joven desnuda. Sus cabellos grises, su barba rizada y poblada son arrastrados hacia atrás por el viento de su movimiento. Incrustado casi horizontalmente en los cuerpos de los ángeles que lo rodean, irradia mucha más energía y potencia que el Adán perezoso de la izquierda del fresco, a pesar de su edad. Su mano y sus dedos cuelgan sin fuerza, sin motivación, sobre la brecha que el dedo extendido de Dios supera con energía para enviar al primer hombre esa chispa de vida que necesita para convertirse en su imagen en la tierra.

Miguel Ángel pinta a Dios en la tradición de los poderosos dioses heroicos de la antigüedad. Además, su dios en movimiento horizontal, casi volador, remite al accidentado pasado de Yahvé como dios de la tormenta que irrumpe sobre sus seguidores y sus enemigos, una fuerza de la naturaleza. Sigue siendo uno de los muchos dioses adorados por las tribus nómadas del sur de Palestina. Entonces se convierte en el único Dios que, viniendo de fuera, conduce al grupo de trabajadores en torno a Moisés fuera de Egipto hacia la libertad de la Tierra Prometida.

El Dios de Miguel Ángel se parece más a ambos que al Dios del Nuevo Testamento, el que está en tres hipóstasis. Su dedo extendido transmite una chispa de su poder y da vida a una nueva generación. Posiblemente esto sea también una indicación de por qué el dedo extendido no es oportuno en las interacciones humanas. No sólo no es adecuado ponerse a la altura de Dios, sino que la transferencia del propio poder a otro, ya sea intencionada o más accidental, puede convertirse en un peligro para la propia vida.

Las huellas dactilares de la mujer en las fotos no son ninguna de estas. No muestran ni indican, no acusan, acusan, acusan o acusan. Del dedo extendido no brota ninguna chispa de vida, no se transmite ninguna fuerza. Pero sí dan pie a la reflexión sobre las señales, las indicaciones, las referencias, la interpretación y la soberanía interpretativa, y la dificultad de seguir o no el imperativo de un dedo.

Marlen Wagner