Ángel del tiempo

Chronos

Tempus fugit – el tiempo vuela. Cuando los artistas plasman su concepto del tiempo en representaciones alegóricas, combinan símbolos familiares del tiempo (como el reloj de arena) con otros (por ejemplo, con la guadaña como símbolo de la muerte). Las alegorías son representaciones en las que se dice algo de forma diferente a los conceptos. La representación artística traduce al lenguaje pictórico lo que se entiende conceptualmente y, para ello, recurre a símbolos y alegorías con los que muchos espectadores están familiarizados.

Las alegorías suponen que se entienden los significados de sus partes: por ejemplo, la figura representada de un anciano con barba como «Chronos», que encarna el tiempo en la mitología griega. Cuando esta figura recibe alas en una representación alegórica, se acerca así a los ángeles. El resultado es una peculiar figura híbrida, un ángel del tiempo.

Pero, ¿por qué se elige una figura angélica para representarla y no un esqueleto con una guadaña? Quienes conozcan la Biblia quizá encuentren una referencia a la época del Apocalipsis. Recordarán la parábola de los ángeles como «segadores» en Mateo 13, terminando un tiempo viejo para hacer posible un tiempo nuevo: Debe cosecharse para obtener nuevas semillas.

Las alegorías no son meras figuraciones de un significado. Cada alegoría nos invita a leer «entre líneas», es decir, no sólo a mirar lo que se dice con las alegorías individuales. También nos invita a fijarnos en la forma en que se juntan y en cómo se reconfiguran las constelaciones de objetos y personas, de alas y manos, de reloj de arena y guadaña en cada forma artísticamente particular.

La representación pictórica nos permite leer algo en los rasgos faciales al igual que podemos leer algo en los pliegues de las prendas. Invita a una comprensión que va más allá de la edificación de lo simbólico.

En todas las épocas del arte, es el estilo de representación el que señala al espectador algo más detrás del significado y algo que falta en lo representado. El Chronos del escultor Ignaz Günther confiere a la alegoría del tiempo la ligereza danzante de sus ángeles rococó, pues apuntan a algo más que a algo. Adolph Menzel, estimado como «realista», contempla su propia vida en varias versiones de su cronos personal en profundo diálogo con un joven genio angelical y aparentemente intemporal. Un ángel del cementerio parece querer beber un sorbo de arena del cáliz del tiempo en el próximo momento. ¿O simplemente ha disfrutado de ese momento, y ahora se pregunta si -como dice Nelly Sachs en su poema «Glowing Riddles II»- la arena de su boca sabe a resurrección?

Al revelar lo gestual que se esconde en ella, una alegoría puede llevarnos al rastro de lo que le falta: el movimiento del tiempo, que no se agota en la imagen del goteo. Porque si logramos que el gesto inmóvil cobre vida a través de la contemplación, tal vez se haga visible el mensaje que la alegoría oculta: el mensaje que los ángeles escriben con sus alas en el aire y con sus pies en las arenas del tiempo cuando bailan.

rk