El gesto del Mesías

Johann Heinrich Füssli (1802): Gesten des Messias und des gefallenen Engels | Gestos del Mesías y del ángel caído

El momentum del gesto en el arte y la religión (9)

En su cuadro del Mesías triunfante, Johann Heinrich Füssli hace que una figura angelical se precipite hacia el espectador con la mano extendida. Füssli muestra al Mesías entronizado en el fondo con un peculiar gesto de rechazo. Un gesto que el ángel que cae parece encarnar, como si le diera una dirección ligeramente diferente. Pero no todas las representaciones artísticas del Mesías son tan dinámicas como el cuadro de Füssli de 1802.

En su videoinstalación Malka Germania (Reina Germania, 2021), Yael Bartana hace que el Mesías entre en Berlín caminando a paso medido. Al igual que la figura de Jesús en la película de Pasolini El primer Evangelio de Mateo (Il Vangelo secondo Matteo, 1964), la figura del Mesías de Bartana es peculiarmente inmóvil en sus movimientos, contenida en sus expresiones faciales y gestos. ¿Quizás necesitemos las composiciones del Mesías de Haendel y Mozart y la coreografía de John Neumeier (estreno en Hamburgo 1999) y la puesta en escena de Robert Wilson (estreno en Salzburgo, 2020) para llegar al fondo de lo que mueve al Mesías?

¿Es posible imaginar al Mesías bailando? Quizá no sea posible porque los propios ángeles son más bien gestos, y el Mesías es también un impulso de la historia. Tal vez sean necesarias las representaciones artísticas del Mesías y el gesto que encarna para entender los gestos de los ángeles.

Con el Mesías, no sólo aparece la invitación de Dios a desprenderse de lo que encadena al ser humano al trabajo y la carga. El Mesías no es sólo un gesto que acompaña a una llamada. El Mesías es ante todo un gesto hábil que atestigua una presencia de ánimo que no exhiben ni un ángel, ni un profeta, ni un sacerdote, ni el oficio litúrgico o un sacramento en sí. Y este gesto es también la invitación a liberar al uso (χρη̑σις) de la llamada (κλη̑σις) que conlleva a los que se imaginan llamados, convocados y llamados a ser gobernantes de Dios en la tierra (ἐκλησία).

El Mesías encarna el Espíritu de invitación, por lo que, como el Espíritu, es Invitador – Paráclito y Prosklet al mismo tiempo. Gira en torno al mismo gesto que aún hoy se utiliza para pedir un baile: «¿Puedo pedir?». (παρακαλώ – Μπορώ να έχω αυτό το χορό; «παρακαλεῖν» significa «convocar», «invitar»). El Paráclito (παράκλητος) es, pues, tanto el «invitado» como el «invitante» (πρόσκλητος).

El Paráclito, el Espíritu Santo (ὁ δὲ παράκλητος, τὸ πνεῦμα τὸ ἅγιον, Juan 14:26) es personificado por Jesús (1 Juan 1:2). Por más que la historia de la interpretación nos obligue a ver en el acontecimiento neumático un acto de administración: El Paráclito no es principalmente un «administrador», o en la traducción de Lutero un «abogado», o incluso un abogado o defensor, como lo interpretan las traducciones de la Biblia en inglés. Estas cosas pertenecen a la comprensión del Juicio Final como un juicio hecho a los seres humanos. Pero hace falta arte para entender que el Paráclito transmite la invitación a un «procedimiento» diferente.

Porque mientras la Iglesia hace creer que la vida es una procesión hacia el Juicio Final como puerta del infierno o puerta del cielo, el Mesías, mediante el arte del gesto hábil, hace una invitación muy diferente. No se trata de una convocatoria a juicio, que se pinta para los creyentes, sino una invitación a ese cambio de rumbo en la crisis. El gesto del juez no es, pues, un gesto que acompañe y certifique la sentencia pronunciada. Es más bien un gesto que apunta a una dirección y un juicio diferentes: Así, en la crisis (κρίσεως) se hace posible una acción como si no hubiera (hos me, ὡς μὴ) crisis. Que el Mesías juzgue a los hombres al final de los tiempos (chronos) es una forma común de interpretar los textos bíblicos. Que arregla las cosas, realinea las cosas, en el tiempo presente (kairos) lo atestigua otra lectura de las cartas de Pablo, especialmente las cartas del apóstol escritas a los romanos y a los corintios.

El Mesías es el mensajero, el embajador, el mensajero que invita con un gesto reconciliador a una reorientación de sus acciones, no a su ejecución. Este gesto es el impulso de un movimiento en el que al mismo tiempo se derriba literalmente el muro levantado por los fariseos de cualquier tipo, ese muro que se erigía para impedir que los fieles sintieran el aliento de la reconciliación, el aliento de Dios, el Ruach y el Pneuma que anima y entusiasma. En este sentido, los místicos tenían razón al buscar y experimentar el contacto directo, y no dejarse apartar de los recintos eclesiásticos por los que el espíritu debe ser protegido de una excesiva cercanía por parte de los creyentes, o viceversa.

Pero si se sigue la invitación del arte, cuando representa al Mesías como el Paráclito del Espíritu con gestos hábiles, entonces esto muestra un cambio de dirección en el tiempo de la crisis, el tiempo del apocalipsis: son las envolturas de Christo, por ejemplo, las que se muestran como si no fueran envolturas. Los que pudieron vivir la experiencia de cubrir el Reichstag de Berlín por Christo y Jeanne Claude tuvieron la experiencia del como si no (ὡς μὴ) Reichstag. Es precisamente esta experiencia la que Pablo aborda en su carta a los Corintios cuando describe el tiempo de crisis como tiempo condensado (καιρὸς συνεσταλμένος). El ahora-tiempo en el que, para los que utilizan el mundo que pasa, como si no lo necesitaran (καὶ οἱ χρώμενοι τὸν κόσμον ὡς μὴ καταχρώμενοι- παράγει γὰρ τὸ σχῆμα τοῦ κόσμου τούτου, 1. Corintios 7:31). Todo momento del arte es ese tiempo condensado, en el que lo inútil aparece como no inútil.

Robert Krokowski